por Alberto Omar Walls
Me gusta leer y escribir en los cafés. Si tienen mesa de mármol, mejor. El bullicio no me molesta, si acaso el tabaco. Leía a Adolfo Bioy Casares y una bocanada de humo me obligó a la levantar la vista del libro. En la mesa de al lado una morena de ojos rasgados fumaba y escribía en unas cuartillas, tan febrilmente que pensé que sería una carta de amor. Volví la vista al párrafo de mi libro, pero algo inusual me sobresaltó. La morena había volcado su café sobre las cuartillas. Con unas servilletas limpió las hojas manchadas por el café, con expresión molesta llamó a la camarera, pagó y se marchó.
Volví a mi libro, pero por el rabillo del ojo pude observar que en el suelo, debajo de la silla que había ocupado la morena de ojos rasgados, se había quedado una de sus cuartillas manchadas. Toda duda nos hace perder un tiempo esencial. Cuando me decidí a levantarme, coger la hoja entre mis manos y comprobar que podría ser parte de la carta que escribía, ya la morena tenía que estar muy lejos. Además una parejita se sentaba en esos momentos en la mesa que ella antes había ocupado. Volví para mi sitio, abrí el libro y la guardé entre sus hojas. Pedí un café, bien amargo, porque estaba dispuesto a leer aquel trozo de una supuesta carta de amor dirigida a un ser anónimo y quería prepararme el corazón para esos menesteres. Al principio no entendí muy bien lo que allí estaba escrito, por eso tuve que leerlo tres veces más. Fue entonces cuando saqué mi propia conclusión, que no se trataba del fragmento de una carta de amor.
Decía así: No se lo permitas. Ni una vez más. Te está utilizando en su beneficio y te hace creer que es la víctima. No te calles, porque el silencio no te beneficia. No te vale la pena seguir sufriendo. Soy tu amiga, pero has cambiado tanto que ya no te reconozco. Pareces ausente, como si la vida te importara ya muy poco. De verdad, por favor te lo pido, no se lo permitas ni una vez más. ¡Nunca permitas cualquier tipo de vejación! No te calles jamás. Nadie debe tener poder sobre otro, porque hemos nacido libres. ¿Pero quién se atreve en una relación a