Por Alberto Omar Walls
Lourditas salió a pasear con dos de sus sobrinitos y volvió a nuestro lugar de reunión para traerle el encargo de una lima de acero que le había hecho por la mañana la coqueta de Mejillón Loco.
Uno de los niños tenía la piel negra y se llamaba Cheikh, la del otro era amarilla y lo llamaban con un hermoso nombre, Tao.
En tono deslenguado e imprudente, Mejillón Loco, mientras se arreglaba el borde de una uña, con la lima que le había facilitado Lourditas, comentó en alta voz:
- …no sé la razón, pero a mis clientes les ha dado porque les arañe las espaldas y me las dejan totalmente perdidas. ¡Con lo que me cuesta esculpirlas!
Un poco más allá, bebiéndose una cerveza a escote estaban el Cobaya y el Palanca riendo a carcajadas con los chistes subidos de tono del Salmoneta, pero algo pasó pues sobrevino de pronto un sutil silencio.
Se dice que cuando se hace el silencio donde hay más de tres gritando, y son las menos veinte o las y veinte de cualquier hora, se puede intuir y hasta afirmar que acaba de pasar un ángel. Lo cierto es que sobre el grupo algún ser invisible detuvo sus enormes alas, mientras nos miraría como algunos pájaros, ladeando el rostro.
El que pasó, aún estaría allí porque eran las menos veinte, aunque debía ser un ángel sin color.
Inmediatamente después del silencio se oyó la voz tonante del Salmoneta contando un chiste. Se reía con su boca grande y desgarrada hasta el pescuezo, mientras imitaba la supuesta voz de doblaje español de un negro al estilo de Lo que el viento se llevó.
Salmoneta decía así:
- ...pues llega el negro y le dice, pero Dios ¿por qué tengo este pelo tan rizoso?, ¡pues para defenderte de la selva y sus asechanzas!; ¿y por qué está mi piel tan oscura?, ¡pues hijo, para preservarte de los rayos del sol!; ¿y por qué mi cuerpo es tan musculoso y tengo que alimentarlo el doble que uno blanco?, ¡para escapar de las fieras salvajes!; y entonces... ¿por qué vivo tantos grados bajo cero en pleno corazón de Nueva York?
Aunque acababa de entrar, me dio tiempo de oír el chiste de Salmoneta y ya con un malta con hielo en la mano pude escuchar el comentario rencoroso de Lourditas.
-… es que hay gente inoportuna especializada en meter la pata, aunque sus intenciones sean buenas… ¡Pero de buenas intenciones está el infierno lleno!
- Oye, que yo no soy racista -protestó el Cobaya-, y tampoco me sentiría aludido por un chiste contado para entretenernos de tanta desgracia que hay en el mundo.
- Chiste o no chiste... -empezaba yo intervenir- debemos ser conscientes de qué cuestiones estamos liberando a través de una broma. Liberar es bueno, pero ignorar el estado ideológico que alimentamos o el de opinión que extendemos, no es tan digno que digamos...
- ¿Usted lo dice por los niños? -protestó Salmoneta- ¡Pero si no entienden ni papa!
- Lo digo porque lo digo… –yo, como autor, no quería entrar en discusiones con el más avieso de mis personajes.
- Así de chulo es el hombre -dejó caer el Cobaya, mirándome a los ojos, buscándome la lengua-, si seguimos con tantos paños calientes, dentro de poco no se va a poder hablar de ningún color porque todo el mundo se ofenderá. ¿Pero quién no tiene en su casa hoy a dos o tres razas distintas? ¿O no?
- ¿Pero qué te crees?, ¿qué esto es nuevo en nuestro archipiélago? –me levanté tan exaltado que dejé olvidado mi malta con hielo sobre la mesa-. ¿Acaso sabes cómo era la población canaria desde el siglo XVI? Los blancos siempre discriminábamos a quienes tenían la piel distinta a la nuestra y lo que es peor... ¡comercializamos con ellos! Sólo en aquella centuria se hicieron ciento cincuenta y siete cabalgadas desde Canarias a Berbería y al África negra con el fin de realizar razias y esclavizar a las gentes de color. Trabajaron para nuestros antepasados durante siglos totalmente gratis, aunque con el tiempo se acabaron confundiendo en medio de una población cuya característica actual, a todas luces evidente, es la de ser mestiza por la mezcla de tantas razas. Estoy seguro que el Salmoneta y el Cobaya pueden contener en sus sangres restos de unos antepasados que hubiesen nacido hace cuatrocientos años en Senegal, Guinea, Cabo Verde, Angola o en cualquier pueblito polvoriento del norte de África... y si no me creen, léanse a Lobo Cabrera. ¡Mucha gente nuestra de alcurnia intervino en el negocio de la esclavitud! Podemos bromear hasta con la muerte porque es un método para liberar temores, pero hacerlo con el color de la piel distinta a la nuestra puede estar ocultando una tendencia racista de la que no queremos ser conscientes…
La gente no se miraba y ni ganas de discutir o bromear les había dejado.
Alguien volvió a remover el aire. Seguro que el ángel se estaba yendo, pero yo seguí escribiendo y paladeando mi exquisito malta con hielo.