Hace ya de esto unos años. Estuve investigando para hacer más creíble el personaje de una de mis novelas, y necesitaba conocer algunas opiniones de personas que hubieran cumplido los cien años o estuvieran a punto. Hablé al menos con cuatro centenarios que eran capaces de mantener absolutamente bien sus mentes y, en parte, sus físicos. Recuerdo precisamente que uno de ellos, un elegante holandés, había subido caminando ese mismo día que lo conocí al Teide.
Quería saber a qué se debería que llegaran a vivir tantos años así de lúcidos y vitales. Darse a los demás, tener voluntad y fortaleza, no desfallecer, alegrar la vida de los otros, amar aquello que hagas…, me decían entre otras cuestiones, pero también les pregunté sobre cuál sería para ellos el ideal de vida.
Obtuve varias respuestas valiosas, cuyas sustancias animaron el corpus vital del personaje principal de mi novela, pero aquí, juntando algunas de ellas, construyo esta especie de poema anónimo:
El ideal, es tener la mente en paz.
Puedes escapar del mundo que ves dejando
de abrigar pensamientos de ataque.
Eres algo más que aquello que te molesta.
Confía y disfruta del proceso de la vida.