¡¿Pero qué culpa tienen los Niños?!

 

    Intentemos ser más consecuentes con el impacto de nuestras palabras. Evitemos los ‘deberías’, las obsesiones y obligaciones que les formulamos basándonos en los verbos de poder y obligación.

 

      Podríamos acostumbrarnos a cambiar los 'tienes que', los 'debes', de obligación, por los ‘podrías hacer esto o lo otro’. Acostúmbrate a cambiar esas afirmaciones tan terribles de ‘tienes la obligación de’, ‘¡cumple con tu obligación que ya eres mayorcito!’, ‘los niños no lloran, eso es cosas de mujeres’...

 

     No debe ser fácil educar hoy en día, pero antes, les aseguro, que era más terrible; por supuesto, para el niño, ¡pero no digamos para la niña! Tengo presente aún esa fila de niños, entre los que me encontraba, puestos de rodillas en el patio de un colegio, ¡porque se supone que nos habíamos portado mal!

        

       Recuerda que el niño, como elemento social, es un invento muy reciente, del siglo XVIII. Antes de antes el niño no era educado específicamente, porque el niño no existía...

 

     Pero, recuerda, seguimos teniendo a ese Niño/a íntimo que está aún dentro de cada uno de nosotros esperando palabras amables y de confianza. Esperando recibir palabras cargadas de emociones positivas que le proporcionen estabilidad y no dudas, y tampoco le muestren solamente posibles represalias.

 

   Podríamos empezar a responsabilizarnos de nuestro Niño/a interior a través del júbilo y la alegría de vivir, al margen de que todo alrededor nuestro esté revuelto y desbarajustado. Cuidemos de nuestras palabras y pensamientos para con todos los niños, pero cuidemos especialmente de ellas también cuando, por mala educación o 'instinto', vayamos contra el nuestro interior…


    ¿¡Pero qué culpa tienen los niños del mal rollo de los adultos!?

 

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