© Alberto Omar Walls
Sabemos que las emociones son alteraciones del ánimo provocadas por la alegría, la sorpresa, el miedo... Y que los sentimientos son estados afectivos, de tristeza, de satisfacción, o de…
Está claro que ambos, sentimientos y emociones, van cogiditos de las manos. Quien las fija o traba son las palabras que subyacen en nuestra memoria y que administra, muchas veces a su voluntad, nuestra mente a través de los constantes pensamientos. Son las palabras que, en su día, hace muchos años, puede que en la niñez, forjaron tantas emociones y sentimientos.
Siempre he dicho que una palabra sola puede dar la vida o matar… lentamente.
La palabra concreta la podrías decir, oírla de otro, o tenerla metida en tu mente como un martillo pilón durante años hasta la muerte y, quizá, quién sabe, después de ella. Por eso se hace necesario estar el mayor tiempo posible en silencio mental, renovando nuestro acervo cotidiano de experimentar las palabras, las emociones y los sentimientos, con el menor desgaste posible. No se trataría de dejar de vivir, sino de sentir la experiencia en el presente mismo en que sientes el hecho de vida sin quedarte trabado en realidades fantasmas.
Porque cualquier emoción que se dilata en el tiempo, se puede transformar en mórbida.
Mas cuando se busca la paz ha de ser sobre todo interna, que lo demás lo tendrás añadido. A veces andamos a bandazos presa de las múltiples emociones que la vida nos pone delante, ¡o que buscamos nosotros a partir de nuestra propia programación mental!
Échale de vez en cuando un vistazo al cúmulo de emociones que están ahí fuera, o aquí dentro de uno mismo, y que deberíamos ya, a estas alturas, saber gestionar eficazmente, o contra las que deberíamos estar muy bien inmunizados. Porque si hiciéramos un paralelismo del cuerpo físico con el cuerpo mental, muchas de las emociones y algunos sentimientos, se comportan como lo hacen los virus y bacterias entre los tejidos y células, transmutándose, intercambiándose y robusteciéndose para intentar sobrevivir.
¡Porque la vida está en todas partes, también en lo que puede destruirnos!
Y, para poder observarlas y reconocerlas en nuestro vivir cotidiano, expongo una relación de las muchas emociones primarias y secundarias con las que a veces, siendo conscientes o no, nos sentimos dependientes o esclavizados. Aquí van: estrés, ansiedad, tensión, incapacidad para relajarse, miedo, frustración, confusión, enfado, culpa, tristeza, desánimo, desesperación, venganza, odio, suicidio, rigidez, inflexibilidad, vergüenza, humillación, celos, sexualmente reprimido, desconfianza, suspicacia, inseguridad, resentimiento, amargura, agotamiento, indecisión, pérdida de fe, desesperación, aburrido, aislado, abandonado, atrapado, engañado, arrepentido, perfeccionismo, deseo, a la defensiva, dependiente, presión, desesperado...