© Alberto Omar Walls
De sombras, luz y agujeros negros. Somos quienes ahora habitamos en tres espacios y un tiempo, que no deja de ser una cuatridimensión aleatoria.
Se nos adaptaron los cuerpos para relacionarnos con cinco sentidos, tacto, gusto, oído, olfato y vista. Vemos e interpretamos las cosas en que incide la luz y nos organizamos en volúmenes. Luego intervienen los sentidos con sus órganos correspondientes, aunque yo, en mi obsesión de indagar, apunto desde hace años que el mayor y más importantes de todos ellos, es la intuición. Mas llegado el caso un cirujano abre un cuerpo vivo y le preguntará al de al lado: ¿me puede señalar dónde está la intuición? Y el de al lado, no por nada sino porque no lo sabe, se encogerá de hombros.
Sin sombras no habría nada que hacer en este universo nuestro. Observé cómo La Gomera se pronunciaba tímida al fondo tras unas cañas y descubrí que el cañaveral me dividía el espacio, la lejanía, haciéndolo más cercano y atraía hacia el objetivo la silueta de la isla de los abismos. Escondida, pero estaba ahí mismo. Es cierto que en las islas la luz es otra dimensión, por tanto ahí, en esa imagen sorprendida en su inefable inocencia, estaban las tres dimensiones espaciales y la cuarta del tiempo observable, pero que aquí aparece detenido en el aire, y la luz que interviene en nuestro sentido de la vista redimensionando los objetos. Como sin tiempo, ¿explico a qué me refiero?
Ay, dicen que fuimos hechos de barro, fuego y agua, pero la luz y las sombras colocan a los objetos y los seres a cada uno en su lugar. Claro está, yo coloco al lado de la luz las sombras, pero las puedes llamar agujeros negros, sueños, inconsciente colectivo o como te apetezca, porque nos permiten conocer o satisfacer algunos deseos de saber.
¿Pero qué es más importante, satisfacer miles de deseos o conquistar uno?
Mientras, observa esa imagen atrapada, sin tiempo…