El frío es buen consejero, pero es frío...
Los vientos han obligado a nuestro Teide a mostrar su rostro más luminoso o impactante. Pero el Teide también existe y se convive en otras dimensiones ocultas a simple vista, por eso se reviste de múltiples formas para no mostrar su auténtica sustancia, aunque siempre esté ahí [¡aparentemente!].
Contiene el calor en ebullición, como representación latente del primer big-bang del cosmos, y a veces se disfraza de múltiples apariencias. Para que no lo apresen, ni lo dominen, ni lo rapten o lo domestiquen…
Por eso nuestro Teide nunca es el mismo. Se transforma cada dos por tres, quizá porque lo buscan dominar en demasía. Así es nuestro carácter insular, aparentemente sufrido y controlado, pero en su mismidad es díscolo, rebelde, inconformista… en un latente hervir interior.
Hoy está totalmente nevado, pero si hay cierta bruma, se oculta a los más sutiles indagadores del espacio...