© Alberto Omar Walls
Reconozco que, a veces, los deseos de saber me urgen, y se me traba la bocamanga en los pomos de las puertas. Además el perfeccionismo me impide ver el conjunto de la vida, por el exceso de pararme en los detalles.
Me lo digo e insisto con los alumnos en usar el cerebro derecho, porque es más sabio que la obsesión por racionalizar, por tanto más creativo y capaz de conectar con el conocimiento del inconsciente.
Como cualquiera, también me levanto alguna mañana con la cabeza llena de cosas pendientes, como si allí se hubiera caído la agenda de toda mi vida. ¿Y qué es más importante, satisfacer miles de deseos o conquistar uno? Está claro que lo importante es relajarnos de nuestras expectativas, disfrutar el momento, vivir el presente.
Olvidamos dar las gracias a la gente, por lo que hacen, por estar a tu lado, por sonreírte o saber que está ahí. Recuerdo que mi madre Amparo daba mucho las gracias por todo, y mi padre, Sulaimán, también. Quizá porque pertenecían a la vieja escuela de comerciantes que mantenían siempre un hermanado vínculo con el cliente, interesándose por sus cosas y expresándole la gratitud por ir a comprar a su comercio.
Dar las gracias a la vida es como cantar una canción junto con los pajarillos de la primavera. Aunque no sepas la melodía, imita sus cantos. Dar gracias por lo que sea que tenemos, es básico para seguir viviendo. Hasta dar las gracias por esos mareos y vértigos de las cervicales, o por el reuma que casi no deja andar, por ese hijo díscolo que te busca las pulgas a cada rato y te mete las manos en los bolsillos… Comprendo que sea difícil dar las gracias por el vaso medio lleno, cuando nuestro cerebro izquierdo ve solo el medio vacío. Pero si no las das, es posible que acabe por vaciarse... ¿A qué será debido? A que somos creativos y creadores de nuestro presente. La vida acaba dándote mucho de lo único que sabes ver...
Hoy doy las gracias por esas rosas hermosas del jardín, que son un auténtico canto a la naturaleza y al valor creativo e inagotable de la madre Tierra.
No te aconsejo nada, me da lo mismo, tú sabrás qué hacer con tus emociones, yo sigo dando las gracias…