[De la serie: El poder de la creación]
© Alberto Omar Walls
Me comentó hoy mi amigo Néstor, que el poeta y filósofo Rumí había dicho en un poema esta tremenda y elemental, por su sencillez, pero esclarecedora, sentencia: Vende inteligencia y compra sorpresas.
Para que sepas a quien me refiero, los Derviches giradores son los actuales seguidores de la orden tariqa fundada por los discípulos del poeta y místico sufí Muhammad Rumí. Muchos consideran a Rumí como un maestro ascendido que conforma la denominada Hermandad Blanca, compuesta por esos seres que, situados en otra dimensión vibracional, cuidan que los humanos no se desmanden por completo dejándose poseer por el caos absoluto. También sería ese grupo de energías de excepción dispuestas a recibirnos en algún lugar del cosmos cuando marchemos de este plano físico. Tan alto es su nivel de entrega y generosidad.
Pero Rumí dijo esa excepcional verdad hace 845 años entre muchísimas otras que se reflejan tanto en su monumental obra, Masnavi, como en sus rubaitas y odas. A mí me interesa sobremanera ese vidente modelo de dejar atrás la dualidad para aceptar definitivamente la unificación de los contrarios, a través del Amor.
Mi lugar es el sinlugar, mi señal es la sinseñal.
No tengo cuerpo ni alma, pues pertenezco al alma del Amado.
He desechado la dualidad, he visto que los dos mundos son uno;
Uno busco, Uno conozco, Uno veo, Uno llamo.
Para las mentes duales, no resulta fácil llegar al convencimiento de la Unidad en medio de tensiones, enfrentamientos, ambiciones, luchas y ostentaciones malévolas de cualquier tipo con que se disfraza en tantos países el poder político y social.
Como él, también habla de la mirada interna San Mateo, de la limpieza infantil que acompaña a un ser no contaminado: La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo es limpio todo tu cuerpo será luminoso. Y cuando lo afirmó San Mateo [6, 22] con tanta contundencia, se refería a esa verdad interior a la que alude el místico sufí nacido en Persia (Irán).
Claro está, uno y otro sabían que la limpieza de la mirada solo deviene de la claridad del corazón, de observarse en la profundidad del ser. Pues ahí en ese lugar, sinlugar, hay Unidad y no dualidad, que es el atributo del maya o todo aquello que está en conflicto de siempre en nuestras vidas. Así dice Rumí:
Deja tus preocupaciones
y ten un corazón completamente limpio,
como la superficie de un espejo
que no contiene imágenes.
Si quieres un espejo claro,
contémplate
y mira la verdad sin vergüenza,
reflejada por el espejo.
¿Por qué le costará tanto al humano pulir el espejo del corazón? Ese verso del principio es un buen comienzo para quien desee hallar un camino que lo conduzca a su propio interior: Vende inteligencia y compra sorpresas.
Seguro que meditar en eso, aparentemente tan simple, trae claridad.