© Alberto Omar Walls
A veces me vienen nubarrones a la mente, que son ecos de viejas heridas. Y entonces he de recurrir más intensamente a mis autodefensas: la meditación, la poesía y a pensar que el mundo no me espera ni se va a detener por mí.
Hoy recordé aquel martes de Carnaval. Era un 4 de marzo del año 2.000. Estábamos Yamil y yo en un bar frente a la Ermita del Hermano Pedro en La Escalona del Municipio de Arona, en el sur de Tenerife, no en Italia, claro está. Detuvimos la conversación, porque vimos pasar a alguien por delante de nosotros. Me miró aguzando la mirada como un zorro, y me dijo:
- Es la manera de llevar el cadáver…
Cuando este hermano mío te habla así, se le afila la mirada, y me recuerda al viejo Walt Whitman, ese gran poeta de mi juventud que escribió el más excelso cantar de los cantares humano titulado Hojas de Hierba. Por supuesto que me interesó lo que me había dicho, por eso saqué mi libreta de siempre donde apunto ideas y frases, aunque no siempre sea la misma libreta, y, mientras escribía lo que le había oído decir, le pregunté si lo conocía de algo. Y me aclaró:
- Eso es cuestión ósea. Las posturas del cuerpo… Está la arrogancia también, pero es una manera de llevar el cadáver. Son personas, a pesar de las apariencias, que tienen poco que contar, como si estuvieran muertos. Es una manera de adelantar, traer el futuro al presente…
E insistió en la misma idea:
- Es la forma de llevar el cadáver, como si ya estuvieran muertos...
Walt Whitman se enfadaba con quien estuviera muerto en vida, aunque sentía honda compasión, porque sostenía que a este mundo le vendrá el tiempo en que Surgirá un nuevo orden/y sus hombres serán/los sacerdotes del hombre,/y cada hombre será/su propio sacerdote…
Es hermosísimo poder leer aún hoy a este nómada de la vida, quien a finales del siglo XIX jaleaba a quienes le quisieran escuchar, diciéndoles tantas verdades que mantienen aún vigencia, como las de este genial poema, titulado No te detengas:
No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.