El agua que nos habita


 

© Alberto Omar Walls

 

No eran joyas, no. Esas dos fotografías pertenecen a los cristales de agua fotografiados por Masaru Emoto y que aparecen en su libro El secreto del agua, donde se afirma que El pensamiento humano, las palabras, la música, las etiquetas en los envases, influyen sobre el agua. Es decir, esas fotos que parecen pequeñas joyas, no lo son exactamente, sino la forma física, microscópica, que adopta uno de sus cristales del agua que ha sido tratado con palabras positivas. Claro está, si a ese agua se le insulta, las imágenes aparecerán rotas, descompuestas. El símil, metáfora o paralelismo en el trato con los humanos es evidente.

 

Yo no soy un científico y tengo derecho a creerme todas las cosas que me parezcan verosímiles o posibles: ¿no me creí todo aquello que me contaban de pequeño en los colegios donde estuve y me tuve que pasar luego mucho años desmontando aquel inmenso tinglado de extrañas limitaciones cerriles? Prácticamente todo lo que nos rodea está compuesto de agua, y el cuerpo humano tiene un altísimo porcentaje de la conocida fórmula Hache dos O: es decir, somos casi un 90% de agua en movimiento permanente, ¿hay alguna razón para no creer que las moléculas del agua que me habitan estén sujetas a mis influencias mentales o a las que les suscitan las palabras de quien me pueda hablar positiva o negativamente?

 

De años sé que el agua se energetiza con la manos. Nunca he logrado saber si bastaría con la intención de cargarla positivamente o hay que ponerle cerca las manos, como en el caso del reiki, aunque creo que como en este método también se puede tener la experiencia a distancia. ¿Porque, piénsalo en serio, qué cosa es esa de la distancia? Tratándose de los pensamientos, las distancias no cuentan. Propongo un ejercicio sencillo. Haga quien quiera la prueba, es muy simple: si llevas tiempo que no ves ni hablas con un amigo o amiga, lo extrañas, y quieres hacer esta prueba. Bien, cerciórate de que nadie te moleste mientras realizas el experimento, piensa firmemente en que deseas hablar con ese alguien en concreto. Lo mantienes en tu mente, si quieres hasta lo dibujas en una imagen cogiendo el teléfono y llamándote; pero cuida de hablarle suave y con palabras amables y advierte que solicitas que te llame solo si con ello no rompes su voluntad y su libre albedrío. Es decir, que lo haga por las buenas, porque se aprecian y tienes ganas de charlar un rato. Vale, una vez hecha la visualización y la solicitud hablada de pensamiento, desconectas mentalmente, dejas todo y te vuelves a otra cosa. Hasta olvídate de la experiencia, ¡comprobarás pronto lo efectivo de la solicitud telepática! Ahora bien, ten cuidado siempre con lo que pides, porque se te puede hacer realidad…

 

Todo en nosotros se traduce y manifiesta en energía, cargas eléctricas y electromagnéticas, químicas. Sí que estamos compuestos por un alto porcentaje de agua, y no solo del agua, existen otras realidades dentro y fuera de nosotros que tienen que ver con la composición de cualquiera de estos elementos básicos de la naturaleza: aire, fuego, agua y tierra.  Y muy adentro de esos elementos que nos habitan están los terribles átomos, cuyo núcleo está circundado por los inquietos y minúsculos electrones, al tiempo que en su interior protones y neutrones compiten en masa con aquellos. Sin estos diminutos seres no habría atracción o repulsión, y ni siquiera habría gravedad… y tampoco nuestros pensamientos convertidos en energía electromagnética podrían viajar dentro y fuera de nuestro tiempo lineal.

 

Me maravilla que aún la ciencia oficial vaya tan a ciegas y se tarde tanto en poner en relación las cosas que se ven con las que no se ven. Puede que el gran Emoto se excediera algo en hacer de sus hallazgos tantos negocios con sus aguas bendecidas con las palabras hermosas, las imágenes tiernas de niños sonrientes, el sol primero de las mañanas y las caricias de una espléndida sonrisa o la voz cósmica del Om, pero de ahí a creer que toda su propuesta fuera solo marketing y rechazar de plano que el agua que bebemos y nos animiza no sea un Ser Vivo, pues como que son ganas de mirar para otro lado.

 

Ah, por cierto, todo esto también tiene que ver con mi vieja afirmación de que las palabras matan o dan la vida; así que cuida el lenguaje. Piénsalo, somos agua…

 

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