¿Dónde está el otro par?

     © Alberto Omar Walls

 

  Esta escultura anónima está muy cerca del Tea de Santa Cruz. Sus anónimos autores, mujer y hombre, dejaron allí sus zapatos colgados en lo alto de las ramas de un flamboyán. Uno está en primer plano, el otro hay que buscarlo. Cada vez que bajo a la biblioteca a consultar algún libro del XVIII o a gozar con el cine que programa Emilio Ramal, me acerco a ver si ya han retirado la escultura de raigambre popular del árbol. ¡Y, por todos los ángeles, que no lo hagan! Lleva tiempo, tanto, que podría ser incluida en la programación de enfrente.

 

  El otro día llevé calle arriba, cogida del brazo, a mi amiga Carmensa de la Hoz [historiadora y conocedora de la mejor plástica actual], para que viera aquella escultura que a mí me tiene interesado desde hace tiempo. En esta ciudad silenciosa y algo avara con la alegría callejera, que un escultor improvisado y anónimo nos sorprenda, al torcer la calle, con un par de pares de zapatos colgados en lo alto ¡es todo un ejercicio de creatividad!

 

  No quiero plantearme si se produjo el happening durante una noche de borrachera y sexo, que seguro que sí; y ni siquiera si se trató de una apuesta, o porque los zapatos les quedaban a ambos dueños estrechos y prefirieron aliviar sus pies y sentir las palpitaciones de la Tierra…

 

 

  Me basta con saber que tuvieron la feliz idea, creativa, de hacer arte en la calle, o, cuanto menos, arte callejero efímero…

 

  ¿Pero saben dónde está el otro par?

 

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