© Alberto Omar Walls
No es un buda cualquiera. Tengo algunos budas, pero este parece hablarme todo los idiomas. No solo es un gusto estético, sino que de tiempo me son apreciados ciertos modelos de trabajar la conciencia cuántica desde uno de los principios básicos del que hablaba el gran Siddharta. El ejercitar la meditación diaria creo que la recomienda hoy más de un psicólogo moderno, pero de no ser así, yo si la recomendaría a todo ser humano, pues está comprobada su influencia beneficiosa tanto con el sistema inmunológico del cuerpo como en la sanación del estrés y la depresión.
Ahora el sol se oculta hacia Los Gigantes, haciéndose un enorme plato encendido de color naranja dorado que se extiende por todo el cielo. No sin cierto cuidado, lo miro fijamente unos segundos y guardo en la pantalla de mi mente su poder y fulgor. Somos hijos del sol, también de otros padres, pero este lo es no solo de las plantas sino de todos los seres que pueblan la Tierra, por lo que mirarle con respeto y conciencia unitaria, también garantiza estar en el presente. Como diría Khrisnamurti, vivamos de instante en instante.
Pero hablando de las figuritas del Buda, aquí expondré una foto del que me regaló mi amiga Antonia Sánchez Leyva en unas eternas Navidades pasadas. Es mi budita preferido. Por varias razones, dos de ellas quedan resumidas en muy poco: una, debajo tiene grabadas unas crípticas figuras que llevo años que me tienen buscándole significados; otra, porque una de sus manos la tiene subida hasta la oreja y presiona ahí con el dedo pulgar. Este es un sistema milenario de meditación que me es muy apreciado y que practico por su eficaz beneficio. Esta figura holográfica en concreto del milenario buda, está presente y espero que a otros les sirva.