Ser escritor es, las más de la veces, estar en una pesadilla continua. Porque cuando escribes, no solo le robas horas de tu vida a la Vida, por el obsesivo empeño de vivir la vida de otros que no existen, fantasmas de la memoria o del futuro, sino porque o te crucificas inmolándote en el proceso de la escritura, regurgitándote luego como un Ave Fénix de entre tus propias cenizas, o si no fuera así, solo serás un simple cascarón de proa, un melifluo esclavo de reverencias sociales.
Mi amigo Aurelio Pérez Giralda, el autor de “Los Papeles de Volterra” y de los nuevos papeles [https://evolterra.pressbooks.com/], me envió su versión personal en prosa del magnífico, desgarrador y lapidario poema del terrible poeta, por auténtico y anti-convencional, Charles Bukovsky, titulado “¿Dices que quieres ser escritor?”. Me comentó en Los Cristianos que lo conoció hace muchos años y que ya desde entonces le había impactado; porque es verdad que el norteamericano no escribe para espíritus débiles o pacatos, sino para que lo lean, si quieren, aquellos que se enfrentan a su verdad más íntima. En ese sentido me recuerda al genial maestro de la autenticidad, Walt Whitman ["Hojas de hierba"]. Reproduzco aquí el poema:
¿Dices que quieres ser escritor?
Por Charles Bukovsky
Si no te sale ardiendo de dentro,
a pesar de todo,
no lo hagas.
A no ser que salga espontáneamente de tu corazón
y de tu mente y de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte durante horas
con la mirada fija en la pantalla del ordenador
o clavado en tu máquina de escribir
buscando las palabras,
no lo hagas.
Si lo haces por dinero o fama,
no lo hagas.
Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte
y reescribirlo una y otra vez,
no lo hagas.
Si te cansa sólo pensar en hacerlo,
no lo hagas.
Si estás intentando escribir
como cualquier otro, olvídalo.
Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,
espera pacientemente.
Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa.
Si primero tienes que leerlo a tu esposa
o a tu novia ó a tu novio
o a tus padres o a cualquiera,
no estás preparado.
No seas como tantos escritores,
no seas como tantos miles de
personas que se llaman a sí mismos escritores,
no seas soso y aburrido y pretencioso,
no te consumas en tu amor propio.
Las bibliotecas del mundo
bostezan hasta dormirse
con esa gente.
No seas uno de ellos.
No lo hagas.
A no ser que salga de tu alma
como un cohete,
a no ser que quedarte quieto
pudiera llevarte a la locura,
al suicidio o al asesinato,
no lo hagas.
A no ser que el sol dentro de ti
esté quemando tus tripas, no lo hagas.
Cuando sea verdaderamente el momento,
y si has sido elegido,
sucederá por sí solo y
seguirá sucediendo hasta que mueras
o hasta que muera en ti.
No hay otro camino.
Y nunca lo hubo.