Con esta novela Alberto Omar Walls continúa con la ficción de lo que ha dado en llamar Cuarteto de las dimensiones. En la novela anterior, Sin comienzo ni final, los personajes vivían en tres planos de existencias. Y sus vidas parecían flotar en la insconsciencia de sí, sin conocimiento de sus condiciones paranormales, balanceándose peligrosamente en su realidad cotidiana conocida de tres dimensiones para ser trasladados a otros mundos y otras dimensiones espacio-temporales con las que, queriéndolo o no, se hallaban entrelazados y en conflicto.
En esta segunda entrega, Un genio maléfico sitúa a cuatro parejas, con sus hijos de distintas edades, en un espacio encerrado imprevisto, pues programaban pasar un idílico fin de semana en la casa familiar de uno de ellos, situada en Las Cañadas del Teide. Lo que hará que no puedan salir ni realizar visitas al Pico ni siquiera andar algunos senderos. Quedarán enclaustrados en la casa bajo toneladas de nieve desde el primer día, después de un viernes de mañana soleada, hasta completar una semana entera, pues en ese febrero varias tormentas seguidas de nieve y viento aíslan la zona por completo. En tales circunstancias, las distintas familias intentarán pasar lo más civilizado posible el obligado encierro, lo que no impedirá que se desencadenen algunos conflictos viejos que resurgen dadas las condiciones imprevistas en las que se ven obligados a convivir, debiéndose enfrentar a sus propios demonios emocionales.
Antes, las leyes de la física tradicional podían predecir lo que ocurriría, ahora con la física cuántica se muestra incertidumbre, caos y azar. Es cierto que no hay certeza en el mundo, pero se nos dice que todo es probable. Si existe el orden explicado, que es lo que se manifiesta, hay un orden implicado que surge del campo energético cósmico que nos envuelve y contiene sin tiempo ni espacio. Con lo que unido al principio de complementariedad, seremos onda o partícula y podremos estar en cualquier parte a la vez, con lo que los personajes más jóvenes de esta novela, mostrarán poseer un potencial cuántico, interior, que les permitirá actuar como seres sobrenaturales.
Porque el observador afectará a lo observado y, dado el colapso de función de onda, tendrá la posibilidad de materializar algo en un punto concreto por la atención y focalización de la intención. Eso lo sabrán los jóvenes desde su pensar cuántico, dado que el pensamiento crea tanto los conflictos como las soluciones. No así ocurrirá con los mayores, ya que sus creencias tradicionales no les dejarán ver más allá del orden explicado de sus mentes, desde el que han estructurado sus vidas.